Síndrome del impostor: Breve manual para (falsos) farsantes
La primera vez que escuché hablar sobre el Síndrome del Impostor (S.I.) sentí alivio, porque no estaba sola (ni mucho menos) en mi convicción de ser una farsante (sin serlo).
En vez de dejarme arrullar por este alivio, empecé a leer sobre el tema y cuestionarme: ¿y si mi caso es el de un auténtico impostor y no uno que cree serlo sin serlo de verdad?
Cómo veremos en un momento, esta actitud crítica y de escepticismo generalizado es uno de los rasgos característicos de las personas con síndrome del impostor. En concreto, la autocrítica (unida a la sobre-exigencia) será el caldo de cultivo ideal del fenómeno del impostor.
Descripción del Síndrome del Impostor
El término "síndrome del impostor" fue acuñado por Clance e Imes en los años 70. Pauline Rose Clance elaboró un modelo del síndrome en 1985. Básicamente, S.I. es un cóctel de ideas (creencias) acompañadas de emociones (sensaciones de inseguridad, miedo, incluso sintomatología depresiva) que se relaciona con una serie de manifestaciones externas, en la conducta. O más bien, como veremos, en la falta de ella: el S.I. paraliza.
Creo que es muy importante dejar claro que el síndrome del impostor, no es un trastorno psicológico, o patología. Un síndrome es un conjunto de síntomas, una serie de manifestaciones cognitivas, afectivas y conductuales (pensamientos, emociones y acciones). Vamos a verlos.
Modelo del Ciclo del Impostor (Clance, 1985), extraído de Sakulku & Alexander (2011).
Los síntomas cognitivos incluyen creencias acerca de tu falta de valía y la fuente de tu valor: creer que no eres lo suficientemente buen@ para estar donde estás, que no te lo mereces, y que la causa de tu posición o tus logros se debe a factores ajenos a tu competencia (por ejemplo, ser mon@ y no un orco de Mordor) o factores externos, como el azar, la coincidencia, o la acción de otros que sí son competentes. O sea, piensas que lo que has conseguido tiene que ver con todo lo que está fuera de tu control. Al mismo tiempo, minusvaloras o quitas importancia al feedback positivo sobre tus capacidades. En cristiano: desconfías de los halagos.
Este set de creencias y pensamientos asociados tienen consecuencias a nivel afectivo, por ejemplo, baja autoestima, auto-desprecio, depresión, temor a ser descubierto y expuesto públicamente como un fraude. El mago de Oz. Además, el S.I. se manifiesta a nivel conductual de dos formas: con rumiación negativa y con limitación de acciones de exposición.
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Rumiación negativa son las lindezas que nos decimos en bucle: soy un fraude, una mentira, me descubrirán, me aislarán, ...
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La limitación de acción puede ser parcial (por ejemplo, evitar exposiciones públicas en charlas, reuniones, conferencias, redes sociales...) o llegar a la parálisis, petrificarte, evitar toda exposición en público, dejar de crear, y exponer lo que sabes, lo que haces, lo que piensas. Sepultar tu creatividad.
Si te sientes identificad@, quédate conmigo un minuto más y te explico cómo abordar el S.I. desde tres frentes.
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El primer paso consiste en identificar a la bestia. Ponerle nombre es ponerle un asa, hacerla transportable. En vez de dejarnos arrastrar por el torbellino de rumiaciones, vamos a ponerle una etiqueta: "síndrome del impostor" nos vale, o podemos llamarle mago de Oz, el tema es nombrarlo, para hacerlo manejable. Antes de su bautizo el S.I. era una masa de sensaciones y pensamientos. Ponerle una etiqueta lingüística nos ayuda a hacerlo representable, vemos su magnitud y su forma.
¡Enhorabuena! Esto significa que ya has empezado a ocuparte de tu S.I. Ahora que puedes representarlo, serás capaz de señalarlo cuando venga a visitarte.
¿Más cosas buenas de poner etiquetas? Poco a poco desviamos el "locus de control" de nuestra valoración del exterior al interior, es decir, estamos tomando las riendas, ganando poder de acción. Y por ahí siguen los tiros. Seguimos.
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El segundo paso consiste en cambiar la balanza del locus de acción (de fuera adentro): dejar de atribuir la fuente de tu validación a causas externas. ¿Qué estás haciendo ahora si padeces S.I.? Buscas validación externa (en otros). Error. No es sólo que no te esté llegando evidencia suficiente para convencerte de tu valía, y por eso dudas (y crees que tu duda está basada en evidencia razonable). El problema es que esa evidencia suficiente sobre tu valor no te va a llegar nunca, porque estás buscando en el lugar equivocado.
Las personas con las que tratas, en las que buscas validación, están probablemente bastante ocupadas lidiando con sus propias miserias como para estar validando tus competencias y tu derecho a existir 24/7. Te lo aseguro. No es que no valgas ni que seas una farsa, es que bastante tienen con lo suyo. O sea que deja de buscar ahí, nunca vas a encontrar fuera la confirmación de tu valor. ¿Qué hacer entonces? Redirige tu búsqueda y confirmación de valor a fuentes intrínsecas, hacia ti mismo@, y trata de ser misericorde en tus juicios, no un sádico inquisidor (que nos conocemos). Esto me lleva al tercer y último paso.
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La tercera estrategia es cambiar tu diálogo interno, las palabras que te diriges. ¿Te crees que tienes buenas razones para criticarte y auto-flagelarte? Créeme, lo haces porque darte caña te resulta familiar, es un hábito mental. En vez de hablarte a ti mism@ con valoraciones y expectativas negativas (voy a fastidiarla, no valgo para nada), deja de cuestionar tus capacidades de vez en cuando, y aprende a darte mensajes reforzantes (lo voy a hacer bien, sé que puedo hacerlo si estoy tranquil@). Qué fácil es decirlo. Tanto como eficaz y efectivo: te invito a probar, o al menos, quédate con la idea.
Autocrítica: El veneno está en la dosis
El S.I. apesta, su hábitat mental es la sobre-exigencia y la autocrítica y, si lo regamos con autoduda frecuente (por ejemplo, acerca de nuestras competencias y nuestro lugar en el mundo), la duda, que es un motor de cambio y autosuperación, muta en forma de duda corrosiva. No le dejes. La autoduda es fértil, cuando se articula de forma específica y dudas sobre acciones referidas a algo concreto, no sobre un ente súper general, como tu "competencia", tu "valor", y "lo que te mereces", que ni tú ni nadie sabe realmente qué son.
Abraza la duda. Bueno, igual no tanto, tampoco te pases... Pero, cuando llame a tu puerta dile, Duda, te escucho, pero no te creo, ¿qué vienes a decirme? Escúchala con atención, sin dar por supuesto que tiene razón. No te identifiques con ella, es una duda, no eres tú. ¡Ah! Y pídele por favor que concretice: ¿qué es exactamente lo que puedo mejorar?
Truco: Dialoga con la duda como lo harías con alguien a quien quieres mucho y deseas lo mejor, tu mejor amig@, alguien a quien hablas con sinceridad, directamente, sin ambages, y desde el cariño. Puntos extra si logras ser específic@ con tu duda y consigues orientar el discurso a una acción pequeña y concreta para mejorar lo que la duda ha planteado.
Conclusión: la autocrítica es necesaria para mejorar, una herramienta, un medio, y cuando se convierte en fin, deviene lodazal, y estanca. Es un juego de equilibrismo.
La autocrítica, en sí, no es el enemigo a evitar, es una herramienta, un bisturí. Hay un margen de error grande entre la autocrítica y la duda corrosiva, y ese margen tiene mucho que ver con el "qué" y el "cómo" nos dirigimos a nosotr@s mism@s (la estrategia tres de arriba, el diálogo interno).
¿Es frecuente el Síndrome del Impostor?
Clanes e Imes, las que acuñaron el término "síndrome del impostor", inicialmente atribuyeron el fenómeno a mujeres. Aunque el factor de género sigue presente en la actualidad, investigaciones posteriores sugieren que el S.I. es significativamente mayor en minorías étnicas. O sea, los grupos al margen, las personas que se salen de la norma, o que no son parte del grupo que establece la norma de quién y qué vale. Las minorías no sólo van a ser cuestionadas por parte del grupo mayoritario, si no que interiorizan ese patrón y lo aplican hacia sí mism@s. ¿Es este tu caso? Seas parte o no de una minoría, es posible que experimentes alguno o todos los síntomas del S.I.
El S.I. tiende a manifestarse en situaciones que implican un entorno nuevo (falta de familiaridad, sentimiento de inseguridad) de alta competitividad (por ejemplo, es típico en la academia, y otros entornos laborales competitivos y piramidales). También es frecuente en las relaciones personales ("me dejará en cuanto descubra lo que realmente soy!").
Se estima que la mayoría de la población (70%) lo experimentará total o parcialmente alguna vez en su vida, aunque este dato hay que leerlo en contexto. Primero, porque un estudio reciente muestra gran variabilidad en la prevalencia, entre el 9% y el 82% dependiendo del tipo de criterios diagnóstico (Gravata, Watts y Keefer, 2020). Segundo, porque las altas cifras de prevalencia parecen razonables en una sociedad capitalista occidental, caracterizada por una orientación a logros ("achievement-oriented"), pero es posible que no sean extrapolables a otros contextos culturales. En este sentido, el S.I. podría verse como un efecto colateral del los marcos normativos sociales que atribuyen valor a las personas en función de sus posesiones y logros ("tanto tienes, tanto vales"). Interiorizamos ese esquema de valor, y llegamos a creernos que un@ vale en función de lo que un@ consigue/tiene. Aunque sea una afirmación de una generalidad descorazonadora, puedo deciros que la intervención para abordar el S.I. a nivel profundo pasa por cambiar el foco de valor al ser en lugar de en el tener (los logros). Esto puede ser el trabajo de una vida.
Por ahora, ya podemos sacar algunas conclusiones más manejables: el S. I. no es patológico, probablemente es más común de lo que imaginas, y aunque se da sobretodo en el ámbito académico y profesional, es un fenómeno transversal, que afecta a dimensiones personales y laborales.
En resumen, tres cosas:
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Problablemente no eres un@ verdader@ farsante. El S.I. es común y, en distinto grado, nos pasa a casi tod@s en algún momento de la vida. Bautizarlo y comprenderlo es el primer paso para superarlo, y quizás con esto es suficiente para ti :)
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El S.I. se cultiva en el terreno de la auto-crítica, pero al mismo tiempo, la duda sobre tus capacidades es lo que te permite mejorar. Aprende a usar tu capacidad crítica, no dejes que ella te use a ti. Ya hemos empezado a ver cómo: 1) no te creas lo que piensas (no te identifiques con tu duda), 2) intenta ser muy específic@ (y amable) en la formulación auto-crítica, de esta manera la duda puede dar lugar a actuaciones concretas para mejorar (en vez de rebozarnos en una espiral de rumiación y emociones negativas).
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Existen intervenciones probadas que son efectivas para romper el ciclo del S.I.: 1) crear y reforzar atribución de causas de valor intrínseca, 2) dejar de reforzar causas de valor extrínsecas, 3) usar lenguaje positivo en el discurso interno. Prueba, y si no lo consigues por ti mism@, estoy disponible para cualquier consulta (afercotarelo@gmail.com).
Aquí tienes más info sobre el síndrome del impostor: https://www.apadivisions.org/division-28/publications/newsletters/psychopharmacology/2017/11/imposter-syndrome
Referencias
Bravata DM, Watts SA, Keefer AL, et al. (2020). Prevalence, Predictors, and Treatment of Impostor Syndrome: a Systematic Review. J Gen Intern Med. 35(4):1252-1275. doi:10.1007/s11606-019-05364-1
Clance, PR. (1985). The impostor phenomenon: Overcoming the fear that haunts your success (p. 25). Atlanta: Peachtree Publishers.
Sakulku, J. & Alexander, J. (2011). The imposter phenomenon. International Journal of Behavioral Science. 6(1), 73-92.
Foto de Daria Shevtsova en Pexels